lunes, 21 de octubre de 2013

CUATRO POLIS Y UNA BICICLETA

¡Ay, los estereotipos! Los hombres no lloran, Blancanieves era idiota y los españoles son como la Wikipedia; uno trabaja y el resto mira. Yo los respaldaba hasta ahora que coexisto con otras nacionalidades porque, como dice Paquirrín últimamente: ni los buenos son tan buenos, ni los malos son tan malos

Cuando llegas a Stuttgart, lo primero que debes asimilar es que resides en la ciudad más segura de Alemania. Al parecer, está garantizado que una mujer regrese a su casa a las cinco de la mañana sin que le acontezca algo fuera de lo normal. A pesar de que siempre he alardeado de ser muy empírica y que, como Samanta Villar, prefiero vivirlo que contarlo, he decidido corroborar tal afirmación sin necesidad de comprobarla por mí misma, no vaya a ser que me convierta en la excepción que confirme la regla. Los axiomas es lo que tienen; que no hace falta demostrarlos.

Tampoco me pienso comprar una bici. Ya sé que manifesté que soy de esas personas que se adaptan a su destino mejor que unas mallas al trasero de Kim Kardashian, pero no por ello me voy a convertir, a mi edad, en un Indurain femenino. Primero, porque hace 35 años que no me subo en una y segundo, porque siendo tan propensa a la tragedia me multarían todos los días.

¡Como lo leéis! ¿Qué hace la policía en una ciudad con 600.086 habitantes en la que no hay delincuencia? ¡Poner multas a las bicicletas! Porque aquí el transporte público es más puntual que el reloj de la Puerta del Sol y, paradojas de la vida, a pesar de ser la cuna de Mercedes y Porsche, en Stuttgart apenas hay tráfico que dirigir. Los agentes se aburren más en la calle que en un partido de Oliver y Benji, así que se dedican a sancionar lo que pueden.

Y llega un día en el que descubres que algo que considerabas tan español...


... ¡TAMBIÉN OCURRE AQUÍ!



¡Ahí los tenéis! Cuatro aguerridos y avezados agentes; armados hasta los dientes, averiguando el número de bastidor de una bicicleta para atizarle una ruinosa multa a su propietario. 

Para que constatéis que en todos los sitios cuecen habas; sólo que aquí, la única diferencia es que Paco se llama Helmut Tobias.

Y de nuevo, un día más, me siento como en casa.

* El JUEVES ¡Un doble muy político!


1 comentario:

  1. Yo viví un españolísmo de estos en el aeropuerto Charles de Gaulle, pero pensaba que en Alemanía eso no pasaba...

    https://scontent-a-vie.xx.fbcdn.net/hphotos-ash2/553396_10152247804385341_1244305567_n.jpg

    Os dejo la prueba gráfica....todas las miradas apuntan al único señor de todos que daba martillazos en avión.... los demás solo comentaban

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