miércoles, 16 de octubre de 2013

COMPRANDO LA DUCHA. (AMAZON 1)

Si pensabais que con las campanas y el extractor se habían acabado mis catástrofes, estáis lamentablemente equivocados. La siguiente sorpresa llegó con la primera ducha.

1 de agosto de 2013. Mudanza concluida y una vivienda que, más que un hogar, parece el Área 51; un amasijo de cajas de cartón correctamente numeradas y apiladas pero sin un Indiana Jones que echarte a los brazos.

Tras ocho horas, 38 grados en el exterior y un promedio de 0,3 cajas abiertas por minuto, necesitaba una tregua.

Mi casa perfecta tiene dos baños. Para ser más exacta, un baño y un aseo. El baño goza de dos duchas. Una en la bañera y otra en una cabina. Bien, al irme a refrescar descubrí que ninguna de las dos funcionaba. A una de las alcachofas no le llegaba el agua porque el cable estaba agrietado en un punto de su recorrido y en la otra, la cal había perpetrado su cometido correctamente y aquello, más que un aspersor, parecía la gota china. ¡Una tortura! En la antigua Grecia los seres humanos podían lavarse bajo el agua y yo no...


GRIEGOS EN PLENA DUCHA



¿Qué hicimos? Pues lo más directo. En lugar de obrar apropiadamente; lo que suponía medir el soporte de la pared, el cable, el extremo de la alcachofa, buscar una ferretería y comprar la ducha adecuada; acudimos a Amazon, adquirimos la primera que apareció, tenía mejor pinta y no estaba mal de precio. Además, la entregaban en 24 horas. 




La ducha llegó puntual a su cita y cuando abrimos el paquete hallamos un artefacto bajo el que se podrían remojar el elenco completo de Siete novias para siete hermanos, La Legión; cabra incluida, el Ejército de Tierra, el de Aire, la Armada, la Infantería de Marina, la Kelly Family y Mocedades. ¡Todos al mismo tiempo! 

Pero como nos hizo gracia, la colocamos. Y ahí estaba yo, embutida en la cabina, disfrutando de mi merecida recompensa con mi Tropic Summer Rain, absolutamente ajena a la tragedia que minutos después se iba a desencadenar. 

Cerré el grifo y al perder la ducha su presión, se desajustó del mecanismo precipitándose sobre mi cabeza. Tras unos segundos de confusión, logré reponerme del sobresalto pudiendo comprobar, ligeramente mareada, que mis constantes vitales funcionaban correctamente. Del susto pasé a la furia y hecha una hidra recogí la ducha y la incrusté violentamente en su dispositivo, el cual hice fosfatina ya que el tamaño de la empuñadura de la alcachofa era directamente proporcional a su diámetro y el soporte estaba capacitado únicamente para cobijar asideros de dimensiones corrientes.

Al final tuvimos que medir el artilugio de la pared, el cable, el extremo de la alcachofa, buscar una ferretería y comprar la ducha adecuada además de la barra y el soporte que yo había destruido. 

Todavía no me he recuperado y sigo duchándome mirando hacia arriba y pensando que en cualquier momento, la ducha me asaltará por la espalda como Robert Ford a Jesse James. 

Pero la casa, a pesar de estos pequeños inconvenientes, sigue siendo perfecta.

AQUÍ TENÉIS UN DOCUMENTO GRÁFICO COMPARATIVO QUE HABLA POR SÍ SÓLO (El armatoste junto a un CD y una ducha común)



El LUNES próxima entrega: cuatro polis y una bicicleta (para que luego digan de los españoles).

3 comentarios:

  1. Jajajajajjajjaajjaj!!! genial como siempre Vero!!!!
    Acabo de decidir que junto al Kit de cocido madrileño, te voy a mandar una chichonera para que te duches sin correr riesgos innecesarios!!!!

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  2. Perdón, para que NO CORRAS RIESGOS INNECESARIOS...

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