lunes, 9 de diciembre de 2013

GLÜHWEIN 2

Lo dijo Santo Tomás de Aquino: "el hombre (y la mujer) que bebe vino, va derechito a la gloria".  Todos los de Stuttgart vamos lanzados hacia ella.




Cada día me gusta más vivir aquí.

jueves, 5 de diciembre de 2013

ADVENTSKALENDER

Desde el siglo XIX, por estas fechas, se regala en Alemania el calendario de Adviento (Adventskalender). Una preciosa costumbre, ya exportada al resto del planeta, en la que, a modo de cuenta atrás hacia la Navidad, se procede a abrir cada día (desde el 1 hasta el 24 de diciembre) una ventanilla tras la cual se esconde cualquier cosa creada por la humanidad. Aquí, supermercados, papelerías o fruterías despachan almanaques de toda índole. Podemos encontrar los que se limitan a ocultar un dibujo navideño; son los más sobrios, hay muy pocos así (¡normal!) y sólo se venden en librerías; o los que encubren un dulce, como es el caso de Kinder, Lindt, Haribo o After Eight. 


Pero como los dulces son algo que se consume de manera habitual, los más avispados diseñaron calendarios mucho más sofisticados en los que cada portillo vela una figura con la que el niño o la niña puede completar un escenario. Es el caso de Star Wars de Lego, Barbie o Playmobil. Que uno ya no sabe si lo que le ha tocado es la Barbie Malibú o la Princesa Leia con su bikini dorado. Por cierto, me comunican que en España ya se pueden adquirir en alguna tienda de juguetes. 




¡Y llegamos ya al súmmum del calendario de adviento, el Top Three, Los Rolls-Royce de los almanaques, el no va más y la vuelta de tuerca de las tradiciones!

En el número tres: ¡el calendario cosmético! Mira, a la vez que vas contando los días que te quedan para la Nochebuena, consigues renovar tu bolsita de maquillaje. Cada mañana te vas aliñando hasta que el 24 de diciembre estés más pintada que la Mona Lisa y te contraten de Jocker para una fiesta temática sobre Batman. ¡Épico!


Para mi gusto, falta el eyeliner.

En el número dos: ¡el calendario sexy! Aquí en su versión femenina; la masculina estaba agotada. No puedo asegurar que ocurra, aunque me encantaría que así fuera, que al mismo tiempo que se abren las ventanas, se desnudan los seres humanos que lo protagonizan; a modo de estriptís de cartón. Pero me temo que eso seria demasiado trabajo de producción y que cada tapa se limita a encubrir otra imagen sexy-navideña.  Si fuera yo, haría como esos anuarios de bolsillo que si los chupas, desaparece la ropa interior del sujeto/sujeta. Sería una buena manera de ahorrarse el troquelado y la lámina trasera.



¡Y en el número uno!: EL CERVECERO. ¡Estamos en Alemania, por el amor de Dios! ¡Tenía que existir! ¡24 cervecitas, así, para empezar el día con alegría; que aquí no tendrán a Leticia Sabater pero sí birra! 





Y para colmo, además de las cervezas, el que te lo regala también te obsequia con los 6 eurazos que te devolverán cuando retornes los cascos (Pfand significa depósito) ¡Si es que piensan en todo! 


Y para terminar, mención especial para el Ayuntamiento de Stuttgart, que transforma su fachada en un gigante Adventskalender. Detrás de cada numerito habita un funcionario feliz que te sonríe desde su ventanilla.


¡FELIZ ADVIENTO, AMIGOS!

lunes, 25 de noviembre de 2013

¡OJITO CON LAS TRADUCCIONES!

Con este post inicio una serie dedicada a los funestos contratiempos que te puede ocasionar una inadecuada traducción alemán-español. Todavía no sé si las entregas comienzan y terminan aquí o si encontraré más palabras cuya mala interpretación os puede llevar a un conflicto, una situación embarazosa o directamente a perder la vida.

Pero, de momento, el término de hoy es NOT. Así, a primera vista, cualquiera que domine el inglés (y el que no lo haga, también) lo confundirá inmediatamente con la voz NO. Pues bien, si estás atrapado en un autobús que acaba de volcar, en un supermercado en llamas o en una discoteca en la que acabas de manifestar que no tienes dinero para pagar la última ronda, y necesitas salir por patas; ¿qué haces si durante la estampida, te topas con una puerta en la que reza este cartel? 




A) Te das media vuelta y buscas otra salida. Claramente NO es una vía de escape.
B) Controlas el alemán o has leído este humilde blog y te escabulles sin problema.

Si tu opción es la A, estás muerto. Si has elegido la B, ¡enhorabuena! Te toca seguir corriendo pero en la dirección correcta.

Sí amigos, porque NOT en Alemania significa EMERGENCIA. Por lo tanto, NOTAUSSTIEG es salida de emergencia.

¡Qué enrevesada es la lengua alemana! NAHRUNGSMITTELUNVERTRÄGLICHKEIT sólo significa indigestión mientras que NOT, un vocablo tan pusilánime y breve, equivale a algo tan trascendental e indispensable en este empedrado camino que es la vida.

martes, 19 de noviembre de 2013

GLÜHWEIN. DOBLES (3)

¡La Navidad se aproxima sigilosamente, amigos! Lo sé porque en Stuttgart, las fiestas son de guardar y los domingos sagrados; aquí no trabaja ni el Tato, ni Perry. Pero este fin de semana ha sido diferente y a los empleados les ha tocado hacer horas extras para engalanar sus locales y atiborrarlos de espumillón, árboles, bolas, estrellas y orondos Papás Noel, más conocidos aquí como Weihnachtsmann.

Pero no sólo eso; el frío comienza a calar en los huesos y ya podemos ingerir Glühwein para caldearnos por dentro y por fuera. Por dentro, porque es un vino especiado que se bebe caliente y por fuera porque la taza templa las manos. La llegada de la Navidad aquí se presiente, no por el estreno del anuncio de la Lotería (afortunadamente), sino por la aparición, de la noche a la mañana, de varios establecimientos que en plena calle (en Stuttgart está permitido consumir alcohol en la vía) ofrecen este peculiar brebaje. De entrada, el vino caliente no resulta muy tentador pero ocurre como con las Pringles o el sexo, que haces ¡pop! y ya no hay stop. Una vez que te acostumbras a su sabor, la sensación es sumamente interesante.

¡Brindo por vosotros! Prost!
He investigado mucho para facilitaros la receta de un buen Glühwein. Es muy sencilla y lo podéis ofrecer en vuestras fiestas navideñas para asombrar a los invitados. Para empezar, deberíais disponerlos en un balcón, jardín o cualquier superficie que aguante su peso y en la que haga tantísimo frío como para que os imploren unas estufas o cualquier otro remedio que les haga entrar en calor. ¡Y ahí es cuando podréis sorprenderlos con este potingue tan curioso del que os doy la fórmula!

INGREDIENTES
  • 2 litros de vino. Que no sea Don Simón pero tampoco un Vega Sicilia. Si puede ser un poco afrutado, mejor.
  • 1 litro de agua
  • Un buen puñado de clavos. Me refiero a la especia...
  • Cuatro ramas de canela (mejor si las partís)
  • Media taza de Azúcar 
Poned una cacerola al fuego con todos los ingredientes. Esperad un rato, dando vueltas para que el azúcar se diluya, hasta que rompa a hervir. En ese momento, lo retiráis del fogón y lo servís en tazas (tamizándolo) para no abrasados los dedos.


Si preferís prepararlo antes, lo podéis meter en termos o calentarlo en el microondas.

Y allí estaba yo, más alemana, acalorada, alborozada y feliz que nunca, dando la bienvenida a la Navidad con mi Glühwein cuando llegó él; el tercero de mis parecidos. Bueno, tercero y cuarto porque el sujeto verdaderamente abarca dos en uno. Tras hacer un profundo sondeo, con una muestra de dos personas, he podido concluir que mi compañero de ingesta se parece a Alberto Ruiz-Gallardón y a Boris Izaguirre a partes iguales, dependiendo del ángulo desde el que se le observe. Os dejo las fotos para que seáis vosotros mismos los que decidáis a quien se os asemeja este hombre tan atractivo.

Aquí tira un poco hacia Gallardón...

En esta foto es idéntico a Boris Izaguirre... Miradle los ojos...
¡Dilucidad que yo me voy a tomar un vino! 

En la próxima entrega: El insólito, peculiar e incluso aterrador modo de captar clientes en algunos comercios de Stuttgart.

miércoles, 6 de noviembre de 2013

¡BASURA!

No, no pretendo insultar a nadie.


Hoy tenía planeado escribir sobre el insólito, peculiar e incluso aterrador modo de captar clientes en algunos comercios de Stuttgart, pero determinados acontecimientos de última hora me han forzado a replantear el post. El tiempo que pasé en los servicios informativos de cierta cadena autonómica madrileña (por cierto, un fuerte abrazo a los trabajadores de RTVV) consolidaron en mi cerebro aquello de conectar la información que pretendes ofrecer con un hecho noticiable; lo que se denomina la percha informativa. Y como hoy la tengo, cuelgo el tema que tenía programado y me descuelgo con un asunto adaptado a la coyuntura que acontece en Madrid, donde se ha declarado una huelga indefinida del Servicio de Limpieza.

Pues bien, cuando resides en una capital europea descubres inmediatamente que lo de la basura es un tema escabroso, del que tienes que aprender varias lecciones desde el primer día o de lo contrario, estarás abocado al fracaso vital. A saber: separar, lavar, hacer pequeño y acumular hasta el día B (de basura).

Para empezar, se necesitan tres cubos mínimo, cada uno de los cuáles debe estar habitado por una bolsa del color que corresponda. Orgánico, negro; plástico y envases, amarillo; papel y cartón; transparente. El cristal se ha de acomodar en el envoltorio que resulte competente para acercarlo a los contenedores que suelen pillar un poco lejos de casa y que, a su vez, se dividen en blanco, verde y marrón según sea la tonalidad del vidrio del que deseas desprenderte. Las botellas de plástico son un caso singular ya que si las devuelves, el establecimiento te reembolsa los céntimos que pagaste por adelantado el día que las compraste. Y no es moco de pavo, he llegado a reunir siete euros. Hasta aquí, si eres de los que reciclas, la cosa funciona como en España.

Lo más importante es saber los días de recogida ya que son escasos: lo orgánico, una vez por semana; el plástico, cada quince días y el cartón, cada tres semanas. Con este margen de tiempo tan amplio, hay que organizarse para que: 

A) La casa no parezca un vertedero. 
B) La casa no huela como un vertedero. 

Para ello, lo más eficaz es lavar la basura. Sí, parece extraño pero al final te acostumbras; que terminas un yogur, pues antes de arrojarlo a la bolsa amarilla, lo lavas. Que lo que rematas es un bote de aceitunas, procedes de igual manera. Asimismo, es conveniente hacer pequeña la basura: aplastarla, desmenuzarla, comprimirla, enrollarla, triturarla y dejarla como si una apisonadora hubiese pasado por encima de ella; conseguirás que ocupe menor espacio y descargarás un poco de estrés.

A modo de ejemplo: mañana jueves toca recogida de plástico y envases; y hoy las calles se han teñido de amarillo. Ahí las tenéis:







Eso sí, os aseguro que no volveremos a ver una bolsa de basura amarilla hasta dentro de dos semanas. 

¿Y qué pasa con lo que no es orgánico, plástico, cristal o papel? Cuenta la leyenda que en algunas comunidades de vecinos hay un cubo negro, tan misterioso como el armario de Narnia, en el que la basura no identificada desaparece como por arte de magia. Pero en mi casa no hay.

Y mucho ojito con hacer las cosas mal porque te devuelven la basura a la puerta de casa. A mí me ocurrió; me encontré estas cajas apiladas en mi rellano.


Ese día aprendí que hay que vaciar las cajas completamente y arrancar las etiquetas con tu nombre y dirección antes de tirarlas para que no te localicen.

En la próxima entrega: El insólito, peculiar e incluso aterrador modo de captar clientes en algunos comercios de Stuttgart.

miércoles, 30 de octubre de 2013

LA COLIFLOR QUE NADIE QUERÍA


Detesto los outlets. Esas antipáticas y descomunales superficies atestadas de todo aquello que los humanos repudiaron hace meses e incluso años. Allí van a parar toneladas de ropa y trastos inútiles en una especie de repesca; un a ver si a la segunda va la vencida y nos lo quitamos de encima con un pequeño margen de beneficio. Son los repetidores del mundo inanimado; los desechos inertes de la sociedad de consumo y ya es hora de que alguien lo diga, los lugares que más polvo acumulan de todo el planeta tierra. 

En un outlet localizarás esa camisa blanca que aquel día no adquiriste porque estaba manchada de colorete y ya no quedaban más de tu talla. Lo que me hace llegar a una de las cuestiones que más me exaspera del pretaporter: ¿por qué las mujeres maquilladas se prueban continuamente prendas que se introducen por la cabeza?  En los probadores deberían proceder como en las tiendas de porcelana: Lo rompes, lo pagas. Pues Lo manchas, lo pagas o ¡Si lo vas a manchar, a apoquinar! (en plan azulejo desternillante de bar). 

También hallarás pantalones con la cremallera atascada, jerséis con pelotillas, vasos descascarillados, platos derivados de vajillas desestructuradas, cuadros inviables, flores de plástico amarillo, pares de zapatos con distinta numeración, zapatillas sin cordones, tangas morados, sujetadores de nailon, bragas con felpa, blusas sin botones, bolsos de plástico con hebillas plateadas gigantescas y libros de autoayuda en ediciones de bolsillo. Y por mucho que el espacio se asemeje a Rodeo Drive, tropezarás invariablemente con los mismos sobrantes.

Sin embargo, en Stuttgart he encontrado una práctica de outlet que me tiene cautivada. Se emplea en los supermercados; generalmente en los ecológicos. Y es que, entre esa fruta y verdura resplandeciente, rechoncha, fresca y apetitosa, están ellas; esas piezas que acaso recogieron un rayo menos de sol, una gota de más de agua o que recibieron un golpe fortuito durante su período de crecimiento que les hizo perder el fulgor de sus compañeras de plantación. Aquí, en lugar de humillarlas y relegarlas a otros menesteres, las exponen y ofrecen para que cumplan el mismo cometido que el resto: alimentarnos.


Y la encontré; una coliflor marcada por el destino con una etiqueta fosforescente. Como Hester Prynne y su A escarlata. 




Sí, una crucífera como otra cualquiera; con sus betacarotenos, sus folatos, su riboflavina, su Zinc y su hedor al cocinarla pero a la mitad de precio a causa de las marcas que le dejó la tierra que la vio prosperar. La compré; no por su precio, sino porque todos merecemos una segunda oportunidad.

Y una vez más, pienso que los alemanes hacen muchas cosas bien y el outlet frutero es una de ellas.

*Agradezco a Iván Edroso la asistencia en una duda gramatical durante la elaboración de este post.

jueves, 24 de octubre de 2013

¡UN PARECIDO MUY POLÍTICO! DOBLES (2)


Stuttgart es una ciudad esencialmente musical. Vayas donde vayas, te tropezarás con músicos de toda índole. En medio kilómetro escucharás O du, mein holder Abendstern de Wagner, El cóndor pasa con una flauta travesera, New York, New York de Sinatra por la Banda de la policía de Stuttgart (con el tiempo que tienen entre multa y multa, estudian hasta quinto de solfeo, cuarto de armonía y una pizca de Contrapunto y Fuga), algo que se asemeja a Nirvana, aunque no tan divertido como el Come as you are de Ramoncín (más conocido como el me moría, me moría) o la Danza Húngara nª5 ejecutada (nunca me vino tan a pelo un verbo) por un taciturno violinista.

Y allí estaba yo, inmersa en mis compras, cuando mis oídos fueron abordados por la melodía de You are my sunshine al más puro estilo de Luisiana. Guiada por el sonido, llegué hasta un escenario sobre el que estaba él: ¡JOAQUÍN LEGUINA TOCANDO EL BANJO! Tras unas milésimas de segundo de absoluta incertidumbre y contradicción, volví a mi ser y fui capaz de asimilar que Leguina y banjo en el mismo pensamiento son definitivamente incompatibles.

Joaquín Leguina dejándose las yemas de los dedos en las cuerdas de su banjo
¡Gustándose!
Pero luego me asaltaron las dudas; ¿No diseña González joyas? ¿No bucea Soraya SS? ¿No se hace 7.000 abdominales diarias Aznar? ¿Por qué resultaba tan disparatado que Leguina tocase el banjo? ¿Quién no podría pensar que, de la misma manera que los diputados actuales se entretienen jugando a Apalabrados durante las sesiones del Congreso, Leguina desde su escaño, hubiera sido capaz de aprender a tocarlo?
Y como me pirra pensar que las personas hacen cosas maravillosas cuando nadie las ve, me uní a la banda entonando la canción como si hubiese nacido en el mismísimo delta del río Misisipi, convencida de que mi paisano Leguina estaba en Stuttgart, con su misión secreta, aquella apacible tarde de otoño.




lunes, 21 de octubre de 2013

CUATRO POLIS Y UNA BICICLETA

¡Ay, los estereotipos! Los hombres no lloran, Blancanieves era idiota y los españoles son como la Wikipedia; uno trabaja y el resto mira. Yo los respaldaba hasta ahora que coexisto con otras nacionalidades porque, como dice Paquirrín últimamente: ni los buenos son tan buenos, ni los malos son tan malos

Cuando llegas a Stuttgart, lo primero que debes asimilar es que resides en la ciudad más segura de Alemania. Al parecer, está garantizado que una mujer regrese a su casa a las cinco de la mañana sin que le acontezca algo fuera de lo normal. A pesar de que siempre he alardeado de ser muy empírica y que, como Samanta Villar, prefiero vivirlo que contarlo, he decidido corroborar tal afirmación sin necesidad de comprobarla por mí misma, no vaya a ser que me convierta en la excepción que confirme la regla. Los axiomas es lo que tienen; que no hace falta demostrarlos.

Tampoco me pienso comprar una bici. Ya sé que manifesté que soy de esas personas que se adaptan a su destino mejor que unas mallas al trasero de Kim Kardashian, pero no por ello me voy a convertir, a mi edad, en un Indurain femenino. Primero, porque hace 35 años que no me subo en una y segundo, porque siendo tan propensa a la tragedia me multarían todos los días.

¡Como lo leéis! ¿Qué hace la policía en una ciudad con 600.086 habitantes en la que no hay delincuencia? ¡Poner multas a las bicicletas! Porque aquí el transporte público es más puntual que el reloj de la Puerta del Sol y, paradojas de la vida, a pesar de ser la cuna de Mercedes y Porsche, en Stuttgart apenas hay tráfico que dirigir. Los agentes se aburren más en la calle que en un partido de Oliver y Benji, así que se dedican a sancionar lo que pueden.

Y llega un día en el que descubres que algo que considerabas tan español...


... ¡TAMBIÉN OCURRE AQUÍ!



¡Ahí los tenéis! Cuatro aguerridos y avezados agentes; armados hasta los dientes, averiguando el número de bastidor de una bicicleta para atizarle una ruinosa multa a su propietario. 

Para que constatéis que en todos los sitios cuecen habas; sólo que aquí, la única diferencia es que Paco se llama Helmut Tobias.

Y de nuevo, un día más, me siento como en casa.

* El JUEVES ¡Un doble muy político!


miércoles, 16 de octubre de 2013

COMPRANDO LA DUCHA. (AMAZON 1)

Si pensabais que con las campanas y el extractor se habían acabado mis catástrofes, estáis lamentablemente equivocados. La siguiente sorpresa llegó con la primera ducha.

1 de agosto de 2013. Mudanza concluida y una vivienda que, más que un hogar, parece el Área 51; un amasijo de cajas de cartón correctamente numeradas y apiladas pero sin un Indiana Jones que echarte a los brazos.

Tras ocho horas, 38 grados en el exterior y un promedio de 0,3 cajas abiertas por minuto, necesitaba una tregua.

Mi casa perfecta tiene dos baños. Para ser más exacta, un baño y un aseo. El baño goza de dos duchas. Una en la bañera y otra en una cabina. Bien, al irme a refrescar descubrí que ninguna de las dos funcionaba. A una de las alcachofas no le llegaba el agua porque el cable estaba agrietado en un punto de su recorrido y en la otra, la cal había perpetrado su cometido correctamente y aquello, más que un aspersor, parecía la gota china. ¡Una tortura! En la antigua Grecia los seres humanos podían lavarse bajo el agua y yo no...


GRIEGOS EN PLENA DUCHA



¿Qué hicimos? Pues lo más directo. En lugar de obrar apropiadamente; lo que suponía medir el soporte de la pared, el cable, el extremo de la alcachofa, buscar una ferretería y comprar la ducha adecuada; acudimos a Amazon, adquirimos la primera que apareció, tenía mejor pinta y no estaba mal de precio. Además, la entregaban en 24 horas. 




La ducha llegó puntual a su cita y cuando abrimos el paquete hallamos un artefacto bajo el que se podrían remojar el elenco completo de Siete novias para siete hermanos, La Legión; cabra incluida, el Ejército de Tierra, el de Aire, la Armada, la Infantería de Marina, la Kelly Family y Mocedades. ¡Todos al mismo tiempo! 

Pero como nos hizo gracia, la colocamos. Y ahí estaba yo, embutida en la cabina, disfrutando de mi merecida recompensa con mi Tropic Summer Rain, absolutamente ajena a la tragedia que minutos después se iba a desencadenar. 

Cerré el grifo y al perder la ducha su presión, se desajustó del mecanismo precipitándose sobre mi cabeza. Tras unos segundos de confusión, logré reponerme del sobresalto pudiendo comprobar, ligeramente mareada, que mis constantes vitales funcionaban correctamente. Del susto pasé a la furia y hecha una hidra recogí la ducha y la incrusté violentamente en su dispositivo, el cual hice fosfatina ya que el tamaño de la empuñadura de la alcachofa era directamente proporcional a su diámetro y el soporte estaba capacitado únicamente para cobijar asideros de dimensiones corrientes.

Al final tuvimos que medir el artilugio de la pared, el cable, el extremo de la alcachofa, buscar una ferretería y comprar la ducha adecuada además de la barra y el soporte que yo había destruido. 

Todavía no me he recuperado y sigo duchándome mirando hacia arriba y pensando que en cualquier momento, la ducha me asaltará por la espalda como Robert Ford a Jesse James. 

Pero la casa, a pesar de estos pequeños inconvenientes, sigue siendo perfecta.

AQUÍ TENÉIS UN DOCUMENTO GRÁFICO COMPARATIVO QUE HABLA POR SÍ SÓLO (El armatoste junto a un CD y una ducha común)



El LUNES próxima entrega: cuatro polis y una bicicleta (para que luego digan de los españoles).

jueves, 10 de octubre de 2013

LA CAMPANA... EXTRACTORA

El techo de mi perfecta casa alemana se ubica a cuatro metros del suelo. Una altitud colosal si no se posee una escalera. Y yo no dispongo de una.

Ya revelé que lo que sí atesoro es una cocina, modesta y escasa, pero cocina al fin y al cabo. Los inquilinos anteriores de mis inquilinos anteriores decidieron abandonarla porque probablemente, se mudaron a un lugar en el que la cocina amueblada es un "must have" o porque la de mi casa, y sin ánimo de ser desagradecida, es un remiendo.

Además de los cinco armarios, el grifo y la vitrocerámica, mi cocina disfruta de una absurda campana extractora. ¿Y qué tiene mi campana que no tengan las demás? Sencillo. Cuando llegas a Alemania, descubres que es irrefutable eso de que los alemanes son en esencia extremadamente prácticos. Todos, menos los que se ocuparon de diseñar, fabricar e instalar la mía. 




Ahí la tenéis; elemental y humilde. Se puede apreciar que no dispone de pulsadores, interruptores, clavijas o mecanismo manual que la haga funcionar. ¿Cómo se enciende? La campana se acciona enchufándola. Es decir, si deseas succionar la enchufas, si no te apetece, la desenchufas. Vale, no es cómodo, pero es. ¿Y dónde están el cable y el enchufe?



¡A tres metros y medio sobre el nivel del suelo! De modo que, si pretendes aspirar olores, grasa y humaredas necesitas trepar por una escalera que tenga mínimo cuatro tramos para poder conectar la campana. Hasta ahí, todo era un dislate pero al alcanzar la cúspide (con una escalera prestada) revelamos otra sobrecogedora extravagancia...



¡Nuestro extractor es como Las Vegas! ¡Que lo que pasa en la cocina, se queda en la cocina! Resulta que la salida de humos está incorporada al armario en el que está incrustada la campana y por tanto, lo que absorbe, lo desplaza y reintegra. Nadie pensó en la sensata idea de acoplar un tubo que fuera desde la boca del extractor al exterior.

Así que cocinamos a la antigua; con las ventanas abiertas de par en par, escuchando la melodía de las campanas de la iglesia del lago que está a dos pasos y que alborotan con un sonido más melódico que el de cualquier campana extractora. Veremos cuando lleguen las nieves.

Pero la casa es perfecta.

En próximas entregas: primeras compras, luego dicen de los españoles y un "clavaíto" muy político.

lunes, 7 de octubre de 2013

DOBLES (1)

Hoy, doy inicio a una serie de post dedicados a los dobles, separados al nacer, parecidos razonables o, como diría mi querido Edu Yanes, "Los clavaítos". Esas personas que te encuentras por la calle y que hacen que te sientas como en casa porque son la viva imagen tudesca de un español de garra.

No me malinterpretéis, que llevo a rajatabla y como si fuera un mantra eso de "donde fueres, haz lo que vieres". No busco a España en Alemania. Soy de esas personas que se adaptan y acomodan allí donde el destino las lleva. Devoro salchichas de todos los colores, Kartoffelsalat y Suerkraut (chucrut); bebo Pilsener como si fuera un Château d'Yquem y de manera inadmisible, trato de confraternizar en alemán.

Pero hay veces que, arrastrada por la melancolía me lanzo a la calle en busca de algo ibérico que me haga regresar, por unos segundos, a mi patria querida. Porque yo, como Juanito Valderrama, dentro de mi alma la llevo metía y aunque soy una emigrante jamás en la vida yo podré olvidarla.  

Y me tropecé con ella.





LA BELÉN ESTEBAN GERMANA

Sí, ya sé que la mía está más delgada y tiene el tabique nasal más respingón, pero cuando la vi, un cosquilleo patrio me atravesó el cuerpo y pensé "ahora sí. Estoy en mi hogar, ¿vale?". Yo también tengo mi Princesa del pueblo; mi Prinzessin des Volkes.

sábado, 5 de octubre de 2013

¡TENÍA COCINA!

Igual que os digo una cosa, os digo otra. Daría lo mismo que el fantasma de Canterbury y el de El Fary se sentasen a discutir en el salón, que los dos adolescentes obesos de arriba saltasen a la comba cada día, que los mosquitos vinieran a por nosotros como los japoneses en Pearl Harbor o las dichosas campanas doblasen durante la madrugada;  la casa seguiría siendo perfecta porque ¡tenía cocina!

No sé en el resto de Alemania pero en Stuttgart hay dos conceptos caseros inexistentes: los de armario empotrado y cocina integrada. Lo creáis o no, cuando estás visitando casas y preguntas por la cocina, lo que te encuentras es algo así:




Sí, cuando avanzas por el pasillo pensando si te caben el microondas, la Thermomix, la licuadora, la nespresso, la tostadora y la arrocera en la misma encimera, lo que hallas es una estancia semialicatada, con dos salidas de agua y ya. Aquí, cada uno se lleva su cocina junto con los sofás, las camas, la videoconsola y la mecedora. La cocina es una más en el camión de la mudanza.

¿Y si vienes de España y no tienes cocina? Pues te tienes que ir a Ikea, comprarte una, esperar dos meses a que te la lleven y montarla tú mismo, siempre y cuando seas de los de emociones extremas; una especie de Jesús Calleja del DIY (hazlo tú mismo). A todo ese cúmulo de adversidades hay que añadir la más engorrosa: un desembolso cercano a los 2.000 euros que se suman a todo lo que te gastas en alimentar a tu familia durante esos dos meses de espera, la semana de montaje y la inversión en tiritas, mercromina, vendas, puntos de sutura americanos y paracetamol. Ya sabemos que el montaje de muebles es una experiencia sumamente peligrosa.

Pero no; nuestra casa preciosa tenía una cocinita con cinco armaritos, una pila con grifo, hueco para el lavaplatos y un horno con vitrocerámica. Era escaso y modesto pero para mí, después de visitar una decena de casas sin cocina, fue como si entrase en la del palacio de Buckingham. 

Tendremos campanas estridentes sí, pero también tenemos cocina y lo que nos hemos ahorrado en amueblarla, nos lo hemos gastado en cuatro armarios que compramos en Ikea, esperamos durante un mes y medio y montamos dejándonos la piel y un pastizal en farmacia. ¡Larga vida al armario empotrado español!

Poco a poco, porque LA CASA ES PERFECTA.

*Adjunto foto de la cocina que me encontré.





viernes, 4 de octubre de 2013

LA CASA ES PERFECTA


Necesito retrotraerme. Flashback.

Stuttgart, jueves 20 de junio de 2013, 19.36 horas. Llegamos el día anterior desde Madrid con un objetivo: localizar un hogar. La casa era perfecta. Señorial, ciento y pico metros cuadrados, habitaciones amplias, barrio financiero, el centro a cinco minutos andando y el colegio a una parada de autobús, el metro en la puerta, un LAGO a dos pasos y lo más importante, podíamos pagarla.



Volvimos a Madrid con una duda; ¿Por qué habíamos encontrado esta joya de una manera tan sencilla? La casa tenía que guardar un secreto desagradable. ¿Hordas de mosquitos procedentes del lago? ¿Vivirían arriba dos adolescentes saltarines del tamaño de Falete? ¿Le saldrían a Íker Jiménez diecisiete psicofonías por minuto en el salón? 

Resolvimos el enigma el primer día que dormimos allí. 

¿Os había dicho ya que en el lago que está a dos pasos hay una iglesia?





Sí, a las 07.00 horas, amanecíamos con dos minutos y cincuenta segundos eternos de estridentes campanas que doblaban como si se estuvieran celebrando al mismo tiempo una boda real, una fumata blanca y una bendición urbi et orbi.




Yo aseguré, con estupor y esperanza, que era un día especial, el cumple de Merkel o algo así y que tal atrocidad no se volvería a repetir hasta la siguiente conmemoración.


Pero no; CADA DÍA, a las 07.00 regresa ese sonido disparatado. Nos dicen que al final te acostumbras. Los niños ya no las oyen y mi marido, pocas veces se despierta. Yo he conseguido NO escucharlas una vez. 

¿Os preguntáis qué ocurre los fines de semana? 
Gracias a Dios y al Capellán, tenemos un pequeño margen de sueño. Suenan a las 09.00.

Poco a poco, porque LA CASA ES PERFECTA.

*Sonido grabado con un iPhone desde la ventana de mi habitación.