miércoles, 6 de noviembre de 2013

¡BASURA!

No, no pretendo insultar a nadie.


Hoy tenía planeado escribir sobre el insólito, peculiar e incluso aterrador modo de captar clientes en algunos comercios de Stuttgart, pero determinados acontecimientos de última hora me han forzado a replantear el post. El tiempo que pasé en los servicios informativos de cierta cadena autonómica madrileña (por cierto, un fuerte abrazo a los trabajadores de RTVV) consolidaron en mi cerebro aquello de conectar la información que pretendes ofrecer con un hecho noticiable; lo que se denomina la percha informativa. Y como hoy la tengo, cuelgo el tema que tenía programado y me descuelgo con un asunto adaptado a la coyuntura que acontece en Madrid, donde se ha declarado una huelga indefinida del Servicio de Limpieza.

Pues bien, cuando resides en una capital europea descubres inmediatamente que lo de la basura es un tema escabroso, del que tienes que aprender varias lecciones desde el primer día o de lo contrario, estarás abocado al fracaso vital. A saber: separar, lavar, hacer pequeño y acumular hasta el día B (de basura).

Para empezar, se necesitan tres cubos mínimo, cada uno de los cuáles debe estar habitado por una bolsa del color que corresponda. Orgánico, negro; plástico y envases, amarillo; papel y cartón; transparente. El cristal se ha de acomodar en el envoltorio que resulte competente para acercarlo a los contenedores que suelen pillar un poco lejos de casa y que, a su vez, se dividen en blanco, verde y marrón según sea la tonalidad del vidrio del que deseas desprenderte. Las botellas de plástico son un caso singular ya que si las devuelves, el establecimiento te reembolsa los céntimos que pagaste por adelantado el día que las compraste. Y no es moco de pavo, he llegado a reunir siete euros. Hasta aquí, si eres de los que reciclas, la cosa funciona como en España.

Lo más importante es saber los días de recogida ya que son escasos: lo orgánico, una vez por semana; el plástico, cada quince días y el cartón, cada tres semanas. Con este margen de tiempo tan amplio, hay que organizarse para que: 

A) La casa no parezca un vertedero. 
B) La casa no huela como un vertedero. 

Para ello, lo más eficaz es lavar la basura. Sí, parece extraño pero al final te acostumbras; que terminas un yogur, pues antes de arrojarlo a la bolsa amarilla, lo lavas. Que lo que rematas es un bote de aceitunas, procedes de igual manera. Asimismo, es conveniente hacer pequeña la basura: aplastarla, desmenuzarla, comprimirla, enrollarla, triturarla y dejarla como si una apisonadora hubiese pasado por encima de ella; conseguirás que ocupe menor espacio y descargarás un poco de estrés.

A modo de ejemplo: mañana jueves toca recogida de plástico y envases; y hoy las calles se han teñido de amarillo. Ahí las tenéis:







Eso sí, os aseguro que no volveremos a ver una bolsa de basura amarilla hasta dentro de dos semanas. 

¿Y qué pasa con lo que no es orgánico, plástico, cristal o papel? Cuenta la leyenda que en algunas comunidades de vecinos hay un cubo negro, tan misterioso como el armario de Narnia, en el que la basura no identificada desaparece como por arte de magia. Pero en mi casa no hay.

Y mucho ojito con hacer las cosas mal porque te devuelven la basura a la puerta de casa. A mí me ocurrió; me encontré estas cajas apiladas en mi rellano.


Ese día aprendí que hay que vaciar las cajas completamente y arrancar las etiquetas con tu nombre y dirección antes de tirarlas para que no te localicen.

En la próxima entrega: El insólito, peculiar e incluso aterrador modo de captar clientes en algunos comercios de Stuttgart.

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